Escogidos para salvación
Escogidos para salvación
Es este un hermoso pasaje, el título que lleva aquí esta versión de la Biblia es: “Escogidos para salvación”, pero es evidente que en esta carta el aposto Pablo hace un contraste. La primera parte habla claramente acerca de cómo Dios va a juzgar a los pecadores en su venida, de la manera que en los últimos tiempos se va a manifestar el hombre de pecado, el anticristo. No solo esto, sino dice en el capítulo 2 que en los últimos tiempos habrá una gran apostasía, muchos se volverán atrás, abandonarán la fe que han recibido y se apartarán del camino de Dios y todo esto va a ser el ámbito donde el anticristo va a manifestarse provocando toda clase de confusión, especialmente contra aquellos que conocen la verdad. La primera parte de esta carta dice que Dios va a castigar duramente a los que se aparten del camino y especialmente a aquellos que están en contra de la obra del Señor. Haciendo este contraste el versículo 13 comienza diciendo: “pero nosotros (aquí habla de los cristianos, de aquellos que están en el Señor firmes) debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros (les dice a los creyentes de Tesalónica), hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogidos desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad”.
Pablo les está diciendo que a pesar de todo esto que se está preparando, nosotros debemos dar gracias por ustedes que han sido “escogidos desde el principio para salvación mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad”. Una maravillosa realidad para aquellos que conocen al Señor y que se afirman en el Evangelio de Cristo. Sabemos que, aunque vivamos en este tiempo como cristianos y estemos predicando el mensaje del Evangelio, lo estamos haciendo en un contexto contradictorio. En un tiempo que consideramos que son los tiempos finales y que se está cumpliendo todo lo que dice la Biblia, la apostasía. En los últimos tiempos el amor de muchos se enfriará, está hablando del amor por Dios y por el Evangelio, muchos se enfriarán. Aquello que está caliente y se enfría ¿Cómo queda?, ¿Tibio, no es cierto? Ahora comprendemos el mensaje que el Señor envía a la iglesia de Laodicea cuya característica justamente era esa: la tibieza. No era ni fría ni caliente, era tibia, es decir, se habían enfriado en el amor, en la fe y en el ardor espiritual. En medio de todo este panorama que no es muy alentador pero que es bíblico, la iglesia de Cristo debe conocer que es lo que Dios tiene para ella, estar agradecida y vivir de la manera que Él no enseña a través de su Palabra. Pablo expresa con palabras bastante sencillas y cariñosas (“hermanos amados por el Señor”), que el hecho de que el Señor nos haya escogido, no quiere decir que a unos los escoge y a otros los desecha para que se pierdan. La salvación es para todos: “Porque de tal manera amo Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda más tenga vida eterna”(Juan 3:16). El obrar de Dios no lo podemos alcanzar a comprender con nuestro entendimiento, sabemos que Dios nos ha predestinado para salvación, nos ha escogido para salvación.
Esa predestinación no significa que Dios haya determinado de antemano quien se salva y quien se pierde. Esto significa que con anticipación Dios ha dispuesto un destino para salvación por medio de Jesucristo. Cuando Pablo escribe su carta a los efesios lo dice con mucha claridad: que el Señor nos ha predestinado para salvación en Cristo, por medio del Señor. Es decir que aquellos que creemos en el Evangelio nos constituimos en predestinados para salvación.
De tal manera que esta elección, esta predestinación no tiene que ver con una acepción de personas de parte de Dios, sino que el deseo de Dios es que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero bien claro enseña la Biblia que habrá quienes no van a creer y quienes después de haber creído van a apostatar de la fe, es decir se van a retractar de la fe y se van a apartar del camino de Dios.
Pero también estarán aquellos que, como muchas veces se habla del remanente, van a ser los que realmente se afirman en el Señor, que permanecen y perseveran hasta el fin. El Señor dijo que el que persevere hasta el fin este será salvo.
¿Sabe usted esto? El no perseverar puede hacernos entrar en la categoría de apóstata. Dice la biblia que “somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio”(Hebreos 3:14). La perseverancia, es la permanencia en la fe para que podamos alcanzar esta salvación tan grande y maravillosa. Pablo les está diciendo a ellos que esa obra es puramente del Señor: “que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad.” ¿Quién es el que santifica? El Espíritu Santo. El Señor a través de la obra poderosa del Espíritu Santo es quien nos santifica. También la fe en la verdad. ¿Quién es la verdad? Podríamos preguntarnos dos cosas distintas: ¿Quién es la verdad? Y ¿Qué es la verdad? ¿Quién es la verdad? Está claro: Jesús dijo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida”. ¿Qué es la verdad? La verdad es la Palabra de Dios, la verdad del Evangelio. Por eso dijo el Señor: “y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” si el Hijo (que es la verdad) os libertare, seréis verdaderamente libres”. ¿Libres de qué? Libres del pecado, de las consecuencias del pecado, que es la perdición, la condenación.
¡Que hermosa obra la que ha hecho el Señor en nuestras vidas! Nosotros nos debemos unir en esto porque para esto nos llamó el Señor. Esta es la obra que hizo no solo en los Tesalonicenses sino también en nosotros.
Así que, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, nos llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Para alcanzar la gloria quiere decir para participar de su gloria, estando Él allí a la diestra del Padre.
Este hermoso pasaje se une con lo que Pablo le dice a los Romanos (8:29-30) cuando menciona de una manera muy sencilla pero muy práctica, el gran plan de salvación de Dios: “Porque a los que antes conoció (hablando de su pre ciencia, de su conocimiento anticipado de todas las cosas) también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo… Y a los que predestinó, a éstos también llamó (como leímos recién: a lo cual os llamó). Y a los que llamó, a éstos también justificó; (Es decir los declaro justos, les perdonó los pecados.) y a los que justificó, a estos también glorificó”. Este es el último paso del gran plan de Dios que justamente coincide con el versículo 14 en su cláusula final, cuando dice: para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo, para compartir esa gloria que el Señor tiene allí en la presencia de Dios.
¡Esto es maravilloso! Que en medio de una generación maligna y perversa, de quienes no creen y son reacios al Evangelio, de otros que son apóstatas y se han apartado de la verdad del Evangelio, nosotros seguimos firmes, perseverando en el Señor.
Por eso Pablo insiste en el versículo 15: “Así que, hermanos, estad firmes y retened la doctrina que habéis aprendido” O sea que no podemos volvernos atrás, no podemos andar desmembrando la doctrina del Evangelio para acomodarla a las sutilezas de este tiempo y a las cosas de este mundo, sino que debemos retener la doctrina que hemos aprendido. Pablo dice: “sea por palabra (mediante la predica, mediante la enseñanza) o por carta nuestra”. ¡Esta es la carta! ¿Cuál es la carta de Dios para nosotros? Es la Biblia, la Palabra de Dios.
Fíjese que en ella está todo lo que Dios tiene para nosotros, lo que Dios nos ha preparado. Así que debemos permanecer firmes, sin movernos. El creyente tiene que ser inamovible. No puede ser como dice Santiago: “es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”. Tenemos que estar firmes, no tenemos que tener ninguna claudicación, en ningún momento. Tenemos la bendición de estar afirmados sobre el buen fundamento que es Cristo. Él es nuestra firmeza. No que estemos firmes en lo nuestro. Yo no estoy firme en lo que yo creo. Yo estoy firme en lo que dice la palabra del Señor. El hecho de que yo tenga que creer en la palabra del Señor es lo que me permite estar en esa firmeza. No en lo que yo crea sino en lo que Dios dice. ¿Entiende la diferencia? Es necesario entenderlo. Porque a veces creemos que esto es así porque yo lo creo de esta manera. No. Es así porque Dios lo dice de esta manera y yo lo creo.
Es una gran realidad el hecho de que podamos estar afirmados en la Palabra de Dios, en lo que el Señor nos muestra y nos revela a través de su palabra. Si usted no me quiere creer a mí no me crea, pero créale al Señor. No es la confianza en el hombre sino es la confianza en Dios. No es la confianza en aquello que simplemente escucha, sino de saber que eso que está escuchando es Palabra de Dios para su vida. En esto Pablo insiste a los Tesalonicenses, para que ellos puedan estar firmes reteniendo la doctrina, la palabra que él les había predicado y que ahora les enviaba a través de estas cartas.
Esta riqueza también la tenemos nosotros como un precioso tesoro. ¡Qué difícil seria para nosotros si no tuviéramos la Palabra! El apóstol Pedro dice: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”.(2Pedro 1:19)
Finalmente el texto 16 dice: “Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia…Mire cuantas cosas menciona Pablo: ¿hay alguna duda de que Dios nos ha amado? ¿Ud. tiene alguna duda que Dios lo ame? ¿Y esta seguro de que Dios lo va a seguir amando? El Señor dijo: “con amor eterno te he amado”. El amor de Dios no es como el amor humano, defectuoso, egoísta como todas las cosas que pertenecen a la naturaleza humana. El amor de Dios es perfecto, inalterable, eterno, no va a cambiar jamás. ¡Dios nos amó, no ama y nos amará por toda la eternidad!
¿Tiene usted esta confianza en el Señor? ¿Es esta la base de su seguridad? No se trata de lo que yo siento por Dios sino en lo que Él siente por mí. Pablo, en el verso 13, les dice: “hermanos amados por el Señor” ¡Él nos ama! Si nosotros podemos decir que le amamos a Él es porque Él nos amó primero, de otra manera jamás nos hubiéramos acercado al Señor, ni jamás hubiéramos renunciado a nuestra miserable manera de vivir. Pero Él nos amó y ese amor está basado en el sacrificio, basado en el dar, porque dio a su único Hijo para que nosotros hoy podamos disfrutar esta salvación tan grande.
El verso 16 dice que “Dios nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia”, Dios es Dios de toda consolación, porque nos consuela y es el único que puede traernos bendición y paz, nos da la salvación.
Es el único que puede rescatarnos de la situación en la cual estábamos: perdidos totalmente, muertos en delitos y pecados y trasladarnos al reino de su Hijo, bendecirnos y darnos todo lo que necesitamos para estar en la presencia de Él.
¡Que maravillosa consolación! Esta palabra está bastante repetida en el Nuevo Testamento. No solamente con respecto a Dios sino también con respecto a la función que el Espíritu Santo realiza en nuestra vida. ¿Cómo se lo llama al Espíritu Santo? Cuando Jesús promete su venida les dice a los discípulos que les va a enviar otro consolador, el Espíritu de Verdad. Él trae esta consolación y no es una consolación pasajera, que nos conforma con lo que sea, sino que nos muestra donde está la base de nuestra esperanza. Por eso dice: que nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia. La esperanza no es lo que tenemos. Es lo que esperamos. La esperanza nos hace mirar hacia el futuro. Por eso el cristiano tiene que tener esta esperanza.
Pedro a esta esperanza la llama: ¡una esperanza viva! (1Pedro 1:3) Y dice porqué la llama viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. La esperanza, como dice Apocalipsis, se basa en alguien que, estuvo muerto, pero ahora vive y vive por los siglos de los siglos. Porque Él vive nosotros vivimos y viviremos por la eternidad. ¡Una esperanza viva!
Pablo llama a la esperanza: de gloria. Porque para Pablo la esperanza está relacionada con el futuro glorioso del creyente que tiene que ver con participar de la gloria de Dios. ¿Usted está esperando participar de la gloria de Dios? Porque este es el último paso de ese plan que Pablo mencionaba a los romanos, la glorificación. No solo seremos transformados en cuerpos glorificados, sino que estaremos participando de la gloria de Dios por toda la eternidad. Esta es una esperanza que el cristiano debe tener firme en el corazón hacia el futuro. El cristiano no es solamente cristiano porque hoy Dios lo ayuda y lo bendice sino porque tenemos maravillosas promesas a las que nos aferramos por medio de la fe, porque sabemos que las promesas de Dios en Cristo para nosotros son sí y son amen. ¿Usted cree que las promesas de Dios son sí y son amen?
“Conforte vuestros corazones y os confirme en toda buena palabra y obra”. Esto nos da esa paz interior, este confort (que viene de esa palabra) y nos hace descansar y disfrutar la bendición de Dios. ¿Quién es el único que puede confortar un corazón, frente a la situación adversa de este mundo, en medio de las luchas, problemas y tribulaciones? Es el Señor. Él conforta nuestros corazones para que podamos a través de nuestra de nuestra prédica y nuestro testimonio dar de gracia lo que de gracia hemos recibido. ¿Ha recibido algo de gracia? Algo no, todo lo recibimos por gracia. De gracia hemos recibido entonces de gracia debemos darlo.
La última palabra es obra.
El Señor enseña que el cristiano tiene que abundar en buenas obras, las cuales dice Pablo (Efesios 2:10) “Dios preparo de antemano para que anduviésemos en ellas”. Es decir, para que vivamos en esas obras. Es nuestra manera de vivir la vida cristiana y se constituye en un verdadero testimonio para que las almas puedan ser atraídas al Señor y puedan recibir el Evangelio de Cristo. ¿Estaremos dando este testimonio? ¿Estaremos viviendo esta experiencia como cristianos? Tenemos que afirmarnos bien en el Señor, en la Palabra, en la doctrina, en el amor de Dios y poder tener una vida de testimonio. Sea por la palabra o por las obras, nuestra vida debe ser un testimonio poderoso en las manos del Señor.
¿Es su vida un mensaje, un testimonio, una predicación, una carta abierta para que los hombres puedan leer en usted lo que el Señor dice?
¡Que Dios nos ayude para que esta pueda ser nuestra experiencia! Y que podamos permanecer en ella hasta el día que el Señor nos venga a buscar.