Mensaje semanal

EL PUEBLO DE DIOS, PIEDRAS VIVAS

EL PUEBLO DE DIOS, PIEDRAS VIVAS  1° Pedro 2: 4-10      2016-06-16

  1. Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, más para Dios escogida y preciosa,

Es la piedra angular, como dice el versículo 6. Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; Y el que creyere en ella no será avergonzado. Es importante la figura que presenta el apóstol Pedro, al Señor como la piedra angular. La piedra donde descansa todo el edificio espiritual para que nosotros ahora también como piedras vivas podamos ser edificados.

  1. Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo,

Cuando leo este pasaje viene a mi mente el pasaje del evangelio de Mateo cuando el Señor a raíz de la confesión de Pedro cuando dijo: “Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” Jesús le dijo: Bienaventurado Pedro porque sobre esta roca, edificaré mi iglesia.                                                                  Esto fue mal interpretado por muchos, pensando que Pedro fue la piedra sobre la cual Jesús fundó la iglesia. En realidad, no era eso lo que el Señor estaba diciendo. El Señor estaba haciendo alusión a lo que Pedro había dicho, a esa revelación: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Y Él como la piedra angular, sobre la cual se sostiene el edificio, es la piedra que Dios puso: escogida y preciosa. No fue Pedro la piedra fundamental de la iglesia ni ninguno de los apóstoles, sino Cristo mismo. El apóstol Pablo también menciona esto cuando habla del fundamento de la iglesia. Dice que Jesucristo es la piedra fundamental de la iglesia. El mismo Pedro se encarga de aclarar que la piedra angular, la piedra preciosa y escogida por Dios es su Hijo Jesucristo. Él es la piedra fundamental. ¡Gloria al Señor!

Nosotros también gozamos de la misma naturaleza después de haber creído, al ser piedras vivas. Así como el Señor es la piedra angular, la piedra viva por excelencia sobre la cual se fundamenta toda la iglesia, a nosotros también él nos llama piedras vivas. Es decir, a nosotros también nos da la bendición de poder ser como los bloques o ladrillos que se van edificando o sobreedificando para formar un edificio, una casa espiritual, como dice Pedro: un sacerdocio santo. Esta es la iglesia del Señor. La iglesia de Dios no es la construcción o el edificio. La iglesia del Señor es un templo espiritual, una casa espiritual y nosotros somos piedras vivas en ese templo, somos parte de el, así como se toma también la analogía del cuerpo humano y dice que somos miembros del cuerpo de Cristo del cual Él es la cabeza. Es una figura que se toma en relación a la iglesia como un templo y nosotros como piedras vivas somos edificados como casa espiritual y sacerdocio santo.

¿Para que Dios nos da este privilegio? Para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.

Fíjese que somos edificados como una casa espiritual, que es la iglesia, el cuerpo de Cristo, como un sacerdocio santo. Tenemos el privilegio de compartir este sacerdocio. Más abajo, en el versículo 9 entre las cosas que el apóstol Pedro ve como privilegio para el creyente esta justamente esto: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio”

¿Qué hace un sacerdote en un templo?: ofrecer sacrificios espirituales a Dios. Ofrecer un servicio para la gloria y la honra del Señor. Dios nos ha puesto para que podamos ofrecer este sacerdocio santo, real sacerdocio. ¡Esto es un privilegio glorioso! ¿Usted reconoce esta bendición en su vida? ¿Que Dios le ha dado este sacerdocio santo?. Como dice en Apocalipsis: nos ha hecho reyes y sacerdotes y reinaremos con Él para siempre disfrutando de esta bendición maravillosa, para ofrecer sacrificios espirituales. Los sacrificios que a Dios le agradan no son los sacrificios cruentos, ni los sacrificios de esfuerzos humanos sino de corazones quebrantados en la presencia de Dios. Ese sacrificio que también se menciona en la carta a los Hebreos: fruto de labios que confiesan el nombre del Señor. ¿Ofrece usted estos sacrificios al Señor? ¿Usted viene a la iglesia a ofrecer sacrificios al Señor? ¿Es parte de este templo espiritual que tiene como propósito el ofrecer estos sacrificios espirituales agradables, aceptables en la presencia del Señor?

Fíjese que Pablo en el capítulo 12 de la carta a los Romanos habla de que podamos ofrecer un sacrificio vivo, santo, agradable en la presencia de Dios que es nuestro culto racional. Una vida entregada, consagrada, santificada para la gloria y la honra del Señor. De esta manera nuestra vida sube como un olor fragante. Una vida entregada al Señor como un sacrificio aceptable que Dios recibe con agrado.

 7-8. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso: pero para los que no creen, La piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo.     Y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer.

Para nosotros Cristo es la piedra angular sobre la que nos sostenemos, nos sentimos firmes y seguros. Es nuestro fundamento. Pero para los que no creen es una roca que hace caer. Porque tropiezan en esta roca: porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes. ¡Que hermosa figura es esta! Para nosotros los que creemos es nuestro fundamento, la base de nuestra vida, es en quien nos sentimos realmente seguros. Así como para Dios es piedra escogida y preciosa, también para nosotros lo es. Hay un himno, el 169, que dice: Jesús es precioso, mi buen salvador. Que hermoso que podamos tener esta concepción de Cristo, que para nosotros Él es precioso y de inestimable valor. Hay muchas cosas que pueden ser agradables, pero no hay nada como el Señor para nuestra vida. No hay nada que pueda despertar nuestra admiración sino el Señor.  El libro de Isaías dice que Él es admirable.

En cambio, para los que no creen, es piedra de tropiezo porque son desobedientes. ¡Que Dios nos ayude a ser obedientes! Así como para los que no creen y encuentran en Cristo el tropiezo, nosotros que somos obedientes encontramos en Cristo nuestro fundamento, nuestra base y sustento. ¿Es Cristo para usted esto? ¿Se siente seguro con este firme cimiento del alma? Que podamos demostrar esto a través de una actitud de obediencia, gozándonos en obedecer a Dios en todas las cosas. Obedecerle con el corazón dispuestos a hacer su voluntad. No hay ninguna otra cosa que nadie nos pueda ofrecer o que podamos desear más que esto.

Por eso bien claro dice Pedro:

  1. “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios

Cuando se habla de linaje se habla de una descendencia de sangre. Nosotros hemos sido salvos por la sangre de Cristo. Hemos sido escogidos como linaje de Cristo. Dice la Escritura: Vera linaje vivirá por largos días y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada (Isaías 53:10). Y ese linaje son aquellas almas que han sido salvas a través de la obra redentora de Cristo, de su sangre vertida, derramada en la cruz del Calvario. Vera el fruto de la aflicción de su alma y quedara satisfecho (Isaías 53:11). ¡Aleluya!

Somos una nación santa, santificada, separada del pecado, de la contaminación, de la maldad, de la corrupción que hay en el mundo, pero consagrada y dedicada para la gloria del Señor.

La iglesia del Nuevo Testamento es el pueblo de Dios. Somos el pueblo de Dios del Nuevo Pacto. Él nos ha escogido, Él nos ha dado este privilegio.

Dice Pedro: pueblo adquirido por Dios. La palabra adquirir nos habla de que el Señor ha tenido que pagar un precio. Él ha pagado el precio más alto: su propia sangre derramada en la cruz del Calvario. El mismo apóstol Pedro en el capítulo uno esta carta dice que fuimos rescatados, redimidos de nuestra pasada manera de vivir la cual recibimos de nuestros padres no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo. ¡Mire el precio que pagó el Señor por cada uno de nosotros! No hay nada en el mundo que pueda pagar la salvación de un alma. Aunque juntemos toda la riqueza del mundo, todo el oro y las piedras preciosas no alcanzarían para pagar la salvación de una sola persona, porque es algo de tan alto valor que nadie la puede pagar. Pero la sangre de Cristo derramada en la cruz del Calvario ha pagado el precio, no para que una persona sea salva, sino para que toda la humanidad pueda venir a sus pies de gracia y recibir la salvación, la vida eterna. ¡aleluya! Pueblo adquirido por Dios ¡Que maravilloso! Y todo esto con un propósito, un para que: “para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” Porque allí estábamos nosotros, en las tinieblas, afuera. Sin Dios, sin paz y sin esperanza.

 

  1. “Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habías alcanzado misericordia, (Vivíamos en el mundo, condenados) pero ahora habéis alcanzado misericordia”. ¡Que hermoso! Dios no ha traído de las tinieblas a la luz admirable. ¿Quién esa luz admirable? ¡Es Cristo!

Tenemos que valorar esto. Nosotros no éramos del linaje del pueblo de Dios, éramos ajenos. No venimos de la descendencia. Éramos ajenos a los pactos de la promesa. Sin embargo, el Señor extendió su gracia, su misericordia para que todos podamos alcanzar la salvación preparada a tan alto costo. No hay nada que pueda retribuirle a Dios lo que Él ha hecho por nosotros. Por lo tanto, lo único que podemos hacer es poner íntegramente nuestras vidas en las manos del Señor. Viviendo para la gloria del Señor. Dice el apóstol Pablo que el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: Que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (2Co.5:14)

Jesús murió por todos para que los que vivimos por Él podamos vivir para Él. ¿Usted está viviendo para la gloria del Señor?

Acá no se trata de un intercambio si Él me da algo entonces yo también puedo darle o hacer algo a cambio. Tenemos que darle todo. Nuestra vida le pertenece a Él porque la compró y la rescató a precio de sangre. Y ahora tenemos que vivir para la gloria y la honra del Señor. Nuestra vida no es nuestra. Pertenecemos a Cristo. Que podamos tomar conciencia de este privilegio que tenemos como cristianos.                                                                                                                             ¡Tropiezo para los que no creen, pero para los que creen el Señor es precioso!                                                Es el fundamento de nuestra vida. Es quien nos da la salvación, la vida eterna, la gracia para seguir adelante, para que un día podamos heredar las aquellas bendiciones que el Señor ha preparado para nosotros en los cielos.

Para mucha gente las cosas espirituales son cosas que no tienen valor ni importancia, en cambio para nosotros son las más importantes.  Vivimos a contra mano con el mundo o el mundo vive en contramano con Dios. Como dice Pablo: no mirando las cosas que se ven, sino la que no se ven. Porque las que se ven son temporales, pasajeras, efímeras, pero las que no se ven (las espirituales) son las que valen, son eternas. Son las cosas que Dios tiene reservadas para nosotros, los que creemos, que estamos dispuestos a permanecer y ser fieles al Señor, hasta que Él nos venga a buscar. ¿Está esperando ese día glorioso? ¡Gloria al Señor!