Dice la Biblia que “hemos sido creados para buenas obras” (Efesios 2:10). Como cristianos debemos abrir nuestro corazón ante las necesidades de quienes nos rodean, y como Iglesia cumplimos una función prioritaria anunciando el Evangelio a toda persona, pero no podemos pasar por alto las carencias reales de los que menos tienen y sufren por ello.
El ministerio de “buenas obras” se ocupa de recibir ropa, alimentos no perecederos, útiles escolares y todo lo que esté en buen uso para distribuir en los lugares o familias más afectadas.
Se brinda además apoyo escolar primario y secundario. Desayuno los domingos a los niños de barrios circundantes y ayuda a quienes están en situación de calle, acercándoles abrigo y alimentos.
“Hermanos míos,… Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, y uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse», pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso?” (Santiago 2:14-16)