Mensaje semanal

La palabra de Dios, nuestra meditación

LA PALABRA DE DIOS, NUESTRA MEDITACION – SALMOS 119: 97-104  (09/06/2016)

Dice el salmista:

 “Oh, cuanto amo yo tu ley”. Todo el día es ella mi meditación.”

Este capítulo del Libro de los Salmos muestra de cuantas maneras se menciona la palabra de Dios: La ley, los mandamientos, los testimonios y los juicios de Dios, etc. Todo esto muestra de que forma debemos nosotros considerar la palabra de Dios en relación con nuestra propia vida.

¿Qué tiene que ver la palabra de Dios con nosotros? El salmista muestra una relación íntima con la palabra de Dios. Lo primero que dice, por lo menos en este breve pasaje, es ¡cuánto ama la ley de Dios. Y todo el día es ella su meditación!

Cuando llegamos a entender la importancia de la palabra de Dios en relación con nuestra vida nos vemos atraídos a leerla, a escudriñarla, a estudiarla, a atesorarla, a ponerla por obra. ¿No es así? Empieza a ocupar un lugar muy importante en nuestra vida. ¿Qué lugar ocupa la Biblia, la palabra de Dios en su vida? ¿La tiene siempre a mano? ¿La tiene siempre en su corazón? ¿La tiene siempre en su meditación, en su mente? ¿La tiene siempre presente en sus actos, en su forma de conducirse?

Usted debe darse cuenta que la Palabra de Dios tiene que estar presente en todos los aspectos de su vida.

Como dice el salmista, debemos amar la palabra de Dios. Debemos sentir un amor profundo por esta revelación a nuestra vida porque Él nos habla a través de su Palabra. El Espíritu Santo toma esta palabra y nos la revela y nos hace saber qué es lo que tiene para nosotros y lo    que Él quiere de nosotros. ¡Necesitamos esto!.  Cuando Dios estaba preparando a Josué para que fuera el sucesor de Moisés, hay un versículo que seguramente lo conoce: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien.” (Josué 1:8). ¡Que versículo maravilloso!

El salmista está repitiendo esto. De alguna manera está mostrando su amor por la ley de Dios porque sabe que de alguna manera es lo que lo va a guiar en todos los aspectos su vida.

A través de la palabra, Dios nos habla, nos enseña, nos redarguye, nos instruye. Nos muestra cuál es su voluntad para nuestras vidas. Nos muestra que propósitos el Señor va teniendo, y a medida que avanzamos en el camino, el Señor nos va revelando, nos va dando a conocer esas verdades maravillosas y eternas por medio del Espíritu Santo, porque el Espíritu ha inspirado esta palabra a los santos hombres de Dios. ¡Que hermoso que podamos amar la palabra de Dios!  Si uno ama algo, quiere estar cerca de eso que ama. Necesita tener una relación cercana. Si amamos a Dios queremos estar cerca de Dios. Estar en comunión con Él porque le amamos. Si amamos la Palabra, la ley de Dios como dice el salmista necesitamos estar en un continuo contacto con ella. Aunque haga tal vez muchos años que la estamos leyendo, sin embargo, hay momentos en que nos cautiva. Vemos que a pesar de leer textos que ya hemos leído y que los conocemos, el Señor nos vuelve a revelar cosas maravillosas para nuestra vida que nos fortalecen y nos renuevan. ¡Que maravilloso que es esto! ¡Que podamos afirmarnos en esta verdad!

Sigue diciendo el salmista

“Me has hecho has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, porque siempre están conmigo.”

¡Qué grande es esto! Los enemigos piensan, maquinan, crujen sus dientes contra el justo pero el Señor nos ha dado una mayor sabiduría.

En el tema de la sabiduría sabemos que hay dos sabidurías, según la Palabra: la sabiduría humana, carnal que la biblia  llama diabólica; y la sabiduría que viene de lo alto, que viene por medio del Espíritu Santo a nuestra vida. Dios quiere que nosotros seamos sabios, pero no se trata de la sabiduría humana ni de la capacidad intelectual,  sino de la sabiduría espiritual. Pablo se había propuesto en la sabiduría humana no saber nada. Cuando escribe la carta a los Corintios dice justamente eso. Que se había propuesto no saber cosa alguna, sino a Jesucristo y a este crucificado para que la fe de ellos no esté basada en la sabiduría de los hombres o en argumentos humanos, sino en el poder de Dios. Inmediatamente, Pablo dice: más hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios…. Esta es la sabiduría que Dios quiere que tengamos, por eso Pablo oraba por los creyentes pidiendo que sean llenos de  sabiduría y  entendimiento espiritual. l

¿Y si no tenemos esta sabiduría, qué hacemos?, dice el apóstol Santiago: si alguno tiene falta de sabiduría… no dice agarre los libros!!! Dice: ¡pídala a Dios!, el cual da a todos abundantemente y sin reproche… ¿Qué le parece? ¿Quiere usted sabio Usted?

Ojalá seamos sabios en la Palabra, ignorantes en la malicia y en la corrupción, pero sabios en conocer al Señor.

Dice el salmista: “Porque siempre están conmigo.”

La palabra, la ley de Dios siempre está con nosotros. A mano, en el corazón, en la mente, en nuestro entrar y en nuestro salir, cuando nos levantamos y cuando nos acostamos. Esto es lo que realmente nos enriquece.

“Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación.”

Su mente esta siempre escudriñando en la Palabra y Dios nos habla. Cuando con interés, con deseo y anhelo buscamos la presencia de Dios y Él nos toca con su Espíritu Santo, nos llena de su presencia y glorificamos a Dios, parece que sentimos una fuerza tan grande. Cuando sentimos el deseo de escudriñar la palabra y dedicar tiempo a leer, no queremos que nadie nos moleste. Estar en un lugar donde no tengamos distracciones, con un corazón abierto a la palabra, entonces el Señor le va a hablar.

Dijo el Señor Jesús “El Espíritu Santo tomará de lo mío y os lo hará saber”. Todo lo que necesitamos conocer el Espíritu Santo no lo va a estar revelando a través de su Palabra.

“Más que los viejos he entendido, Porque he guardado tus mandamientos;”

A veces pensamos que quien tiene muchos años tiene mucha sabiduría, porque ha vivido mucho tiempo, sin embargo, la sabiduría que hemos recogido en este mundo a través de los años no nos sirve para mucho. La sabiduría que nosotros necesitamos para poder vivir conforme a la voluntad de Dios, es la sabiduría de Dios. Todo lo que aprendimos en el mundo no nos va a servir de mucha ayuda. Hay quienes tienen la reputación de ser muy sabios porque tienen muchos años y vivieron muchas experiencias, sin embargo, dice la palabra que si alguno esta en Cristo es nueva criatura,  las cosas viejas pasaron; que todas esas experiencias y enseñanzas que recabamos en el mundo no nos van a servir. Ahora en nuestra vida cristiana tenemos que empezar de nuevo. Aquí es donde vamos a ver la bendición de Dios.

He guardado tus mandamientos, los he puesto por obra, los he aceptado, los he guardado en el corazón, los he hecho experiencia en mi vida.

 

 

“De todo mal camino contuve mis pies, Para guardar tu palabra.”

El mundo permanentemente nos está diciendo por dónde ir, que es mejor hacer. Hay ofertas todo el tiempo.

El cristiano entonces está en un permanente ejercicio, debe discernir, decidir correctamente. Como dice Pablo: el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, porque tiene promesa de esta vida presente y de la porvenir. Es poner por obra la palabra, una vida vivida conforme a la voluntad de Dios, a los designios  divinos. ¡Que Dios nos ayude a ejercitarnos en la palabra de Dios, que la hagamos una experiencia en nuestras vidas!

“No me aparté de tus juicios, porque tú me enseñaste.”

¿Quién es el que nos enseña? Si estamos estudiando la palabra de Dios, el que nos enseña, el que grava esta palabra en el corazón para que pueda cambiarnos, es el Espíritu Santo. Él es el que nos enseña. El salmista había pedido: muéstrame oh Jehová tu camino, enséñame en tus sendas a andar, porque estoy cansado de los míos, y no quiero más errar. Isaías 55 dice que nuestros caminos y nuestros pensamientos están tan lejos de Dios, como el cielo esta de la tierra. Necesitamos que Él nos enseñe a andar en sus caminos, que podamos hacer la voluntad del Señor. Esto es algo importante: ¡no me aparté de tu palabra porque tú me has enseñado! Tu Espíritu Santo me está ministrando para que no sea una simple letra que llega a mis oídos y luego se pierde hasta de la memoria, sino que “la palabra de Dios es espíritu y es vida” y “es viva y eficaz…penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”

“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.”

Tenemos que deleitarnos en la palabra de Dios.  No nos deleitamos con algo desagradable, nos deleitamos con algo que nos gusta, algo que puede satisfacernos. La palabra de Dios es la que satisface nuestra vida, es dulce a nuestro paladar. Hemos escuchado que suelen decir que nos han dado con la palabra como con un garrote, pero en realidad la palabra de Dios tiene que ser dulce a nuestro paladar, como dice el salmista. La lectura bíblica tiene que ser un deleite para nuestra alma en la presencia del Señor. El buen hábito de la lectura de la Palabra es un tiempo que tenemos que disfrutar.

“De tus mandamientos he adquirido inteligencia; Por tanto, he aborrecido todo camino de mentira.”

La Palabra del Señor es la que nos hace sabios porque es la verdad. Es la que nos protege del error, de la mentira, del engaño. Lo que el enemigo nos ofrece tiene siempre ese elemento, el engaño, la mentira. Pero cuando somos sabios en la palabra enseguida nos damos cuenta y aborrecemos todo camino de mentira. La palabra del Señor me muestra por donde tengo que caminar, que pasos debo dar. El enemigo nos va a querer engañar porque él es el gran imitador de las cosas de Dios y si no conocemos la verdad, es muy fácil que seamos confundidos, pero si la conocemos, ¡la verdad nos hará libres de toda la mentira y el engaño del diablo!